Santa Marta, la puerta a Minca y Tayrona

Ultima parada de nuestro viaje. Colombia se estaba convirtiendo en uno de los destinos favoritos de todos nosotros y aún nos quedaba por ver la naturaleza en estado puro. Santa Marta es una de las ciudades portuarias más importantes en el norte del país. Para llegar a ella hay un aeropuerto internacional o buenas conexiones por carretera. En nuestro caso, como estábamos alojados en Cartagena decidimos ir en bus a Santa Marta. El viaje son 4 horas.

Habíamos concertado previamente con una agencia de viajes local que nos llevaría a primera hora en un autobús y así no dejábamos nada al azar. Con los retrasos habituales en este tipo de transporte salimos una hora más tarde de lo previsto pero el trayecto sí que duró lo estipulado, 4 horas. Al llegar a Santa Marta fuimos directamente al hostal para dejar las mochilas y ver qué nos ofrecía la ciudad.

Santa marta

Santa marta como tal sabíamos que no tenía mucho y así lo corroboramos. No es una ciudad bonita y no tiene ningún encanto. La playa que sí que hay en la propia ciudad está sucia y muy poco cuidada. Entonces, ¿por qué ir a Santa Marta? La razón es sencilla, es la puerta a Minca y al Parque natural de Tayrona. Vamos paso a paso y así explicamos todo.

Tras un día largo de viaje en autobús y en una ciudad que no ofrecía mucho cultural que ver aprovechamos para descansar en la piscina del hostal y coger fuerzas para la última noche de rumba colombiana. Nuestro hostal por cierto se llama Hostal Masaya, está en el mismo centro de Santa Marta  y lo recomendamos sin duda alguna. Aún hoy seguimos recordando ese baño en la piscina de la terraza y la posterior clase de salsa. Fuerzas repuestas y salsa aprendida fuimos a rumbear a un hostal cercano, El Brisa Loca, donde se juntaba tanto gente local como viajeros venidos de todas partes del mundo. Ultima noche de rumba que no defraudó.

Santa Marta

Con solo dos días completos por delante y tras asegurarnos la viabilidad del plan con la gente del hostal decidimos lo siguiente: el primer día iríamos a ver Minca por la mañana y por la tarde iríamos a Taganga, un pueblo pesquero muy cerca de Santa Marta. Volveríamos a dormir en Santa Marta y al día siguiente temprano iríamos en bus a El parque de Tayrona y para aprovechar el día y no ir con prisas dormiríamos en un EcoHostel a las afueras del parque.

Día 1 – Minca y Taganga

Para ir a Minca desde Santa Marta lo mejor es coger un taxi que te llevan por un precio muy razonable. En los hostels y las agencias organizan viajes pero no es necesario, no tiene ninguna perdida y cuanta menos gente vaya, mejor. Nosotros apalabramos con el taxista que nos estuviera esperando para así no tener que buscarnos la vida para volver. El trayecto en taxi dura como unos 45 minutos, se adentra en plena sierra colombiana, concretamente en la sierra nevada de Santa Marta, se llama así porque todo está blanco debido a la niebla, o eso nos contó el taxista al menos…

Minca

Minca

La carretera se acaba en un pequeño pueblo y a partir de ahí hay que seguir andando. Después de media hora de caminata sencilla llegas a un rio que cruzas por un improvisado puente de madera y a la derecha puedes ver la catarata de Minca. Debe haber varias por la sierra, nosotros estuvimos en una de ellas y sin duda nos gustó mucho. Aprovechamos para darnos un baño, saltar a la cascada y hacer una excursión río arriba a ver si encontrábamos otra cascada. La excursión fue un fracaso, no encontramos nada, pero el paisaje al menos merecía mucho la pena. Nos sentimos exploradores por un minuto.

MincaMinca

Tanto deporte nos había dado hambre así que bajamos al pueblo pequeño donde iniciamos la excursión para comer algo. Al acabar de comer nos estaba esperando el taxista para llevarnos a Taganga.

Este pequeño pueblo de pescadores es un retiro de hippies mayoritariamente argentinos y de mochileros que van al Parque Tayrona. Sin ser nada bonito, más bien es un pueblo cutre y pobre, tiene un ambiente bastante amable que invita a estar un tiempo. Nosotros llegamos entorno a las 5 de la tarde, lo que aprovechamos para tomar una cerveza tranquilamente en la playa mientras charlábamos con unos viajeros argentinos que andaban por allí.

TagangaTaganga

A medida que atardecía fueron apareciendo grupos con guitarras, tambores, y demás instrumentos para tocar música y ver la puesta de sol. Se creó una buena onda como decían nuestros amigos improvisados argentinos, que nos quedamos más de lo previsto. Fue un muy buen final para el día tan bueno que habíamos pasado. Sin duda acabar con una cerveza viendo la puesta de sol en Taganga fue un acierto.

Taganga

Volvimos al hotel, no tardamos ni 15 minutos desde Taganga, teníamos que descansar que al día siguiente iríamos al Parque Tayrona.

Día 2 – Parque Tayrona

Amanecimos pronto por la mañana. Nuestra idea era muy sencilla, iríamos en bus desde Santa Marta hasta la puerta del Tayrona y allí cogeríamos un taxi para dejar la mochila en el hotel y después volver al Tayrona para verlo durante todo el día.

Después de una carrera por todo Santa Marta pensando que perderíamos el bus, nos llevamos una sorpresa cuando vimos que no es un bus al uso sino una especie de buseta con espacio arriba para llevar gallinas, cebollas, patatas… y no es al azar, llevaban eso en nuestro “bus”. Por supuesto el concepto ticket, asiento reservado y demás no existen, era la guerra. Como nos adaptamos a todo conseguimos entrar, unos en el pasillo de pie, otros en el pasillo sentados, otros en las escaleras para subir al bus y otros en asiento, todos dentro y camino a Tayrona. La segunda sorpresa vino ya cuando estábamos en marcha. El punto de partida era Santa Marta, el de llegada era Tayrona, las paradas de por medio dependía de los pasajeros.

El viaje duró unas dos horas, con olor a cebolla, un calor brutal, pero experiencia auténticamente local para el cuerpo. Con esto de que paraba donde le dijeras al conductor del bus, nos dejó en la puerta de nuestro hostal. Se llamaba EcoHostel San Rafael. Eran unas cabañas de madera afuera del parque, a unos 10 minutos andando del Tayrona. Estaba rodeado de naturaleza, tanto que por la noche solo se oían animales.

Tayrona

Dejamos los equipajes, y salimos corriendo para el parque, a las 6 de la tarde lo cerraban y teníamos todo pensado para dormir fuera. Importante llevar pasaporte, lo piden para entrar al parque. Tuvimos que esperar un poco de cola y después de conseguir el ticket nos pusieron un video informativo con las normas del parque. Para nosotros todo se limitaba a seguir el sendero, pero si tu idea es quedarte más tiempo, recomendamos que hagas caso al vídeo, no es un lugar peligroso, pero al fin y al cabo es selva tropical, donde perderse tampoco es lo más recomendable.

Al finalizar el vídeo salimos directos hacia la entrada, hay dos opciones, ir andando una vez cruzada la cancela o coger el minibús que te avanza hasta donde comienza el paseo. Nosotros optamos por esta segunda opción ya que el primer tramo es carretera y no tiene ningún atractivo. Además como íbamos justos de tiempo, el minibús nos llevaba más rápido.

Una vez dentro del parque, hay que andar alrededor de hora y media a paso ligero hasta llegar a la playa típica de Tayrona, la de todas las fotos. Hay dos caminos posibles, por el interior (donde van caravanas de burros llevando todo tipo de cosas y no hay nada más que selva no muy bonita) o el camino de la costa. Nosotros por equivocación a la ida fuimos por el de los burros, nos resultó muy raro porque no era nada bonito y la gente nos había hablado maravillas del Tayrona. La vuelta por la costa fue otra cosa…

TayronaTayronaTayrona

Después de una larga caminata y parada en alguna playa en la que te podías bañar, hay otras que está prohibido por las fuertes corrientes, llegamos a la famosa playa. El enclave es espectacular, lo malo que al ser agosto estaba llenísimo de gente lo cual deslucía mucho. Aun así como ultima parada del viaje consideramos que merece mucho la pena. Como ya hemos dicho antes, andábamos justos de tiempo así que estuvimos un rato en la playa, comimos y nos fuimos de vuelta, esta vez por el sendero de la costa.

No tiene nada que ver con el camino de burros, el camino que va por la costa es pura naturaleza, selva que llega hasta el mar y paisajes que nunca habíamos visto. Nos fuimos con la sensación de que el Tayrona bien merecía una semana de botas de montaña y treking, esconde mucho más que una playa…

TayronaTayronaTayrona

Con mucha pena, llegamos al hotel para hacer nuestra última noche en tierras colombianas. Al día siguiente un bus nos llevaría al aeropuerto, tocaba volver a Bilbao.

Si has llegado hasta aquí y todavía estas en duda de viajar a Colombia, no lo hagas, no querrás volver a casa. Si en cambio quieres enamorarte de un país, coge un vuelo, Colombia te espera.

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